Culpa mía
Hace unas semanas la periodista Carla B. Mañas contactó conmigo para contar con mi opinión en su artículo titulado «Culpa mía». Creo que le quedó una pieza súper interesante, donde cuenta además con la voz de una referente de la coeducación como nuestra admirada Marian Moreno o la psicóloga Eva López. Os recomendamos mucho el artículo y os regalamos en esta entrada las respuestas íntegras que di a Carla B. Mañas. ¡Ojalá os guste!
¿Cuáles son los ambientes en los que las mujeres presentan más sentimiento de culpa? Por ejemplo, maternidad, cuidados, trabajo…
La culpa acompaña a las mujeres en todos los ámbitos: trabajo, vínculos, maternidad, etc. y tiene que ver con las expectativas inalcanzables que la sociedad deposita en nosotras. Desde la infancia se nos educa en lo que Amelia Valcárcel ha denominado la «ley del agrado»: ser niñas buenas, serviciales, pacientes, dóciles y compasivas. Es habitual que personas desconocidas nos insten a sonreír o resalten en nosotras una dulzura, alegría o inocencia que no señalarían en un homólogo hombre. ¡Incluso en ámbitos laborales!
Se nos ha educado en que la responsabilidad del hogar y la familia, a veces extensible también a las amistades, es eminentemente nuestra. Se espera de nosotras que dediquemos una carga mental descomunal a todas las tareas que hacen la vida más fácil para la sociedad pero que en palabras de muchas de nosotras: «No me cuesta trabajo».
No nos cuesta trabajo quedarnos un rato más a acabar el informe, no nos cuesta trabajo estar pendientes de la cita del dentista, no nos cuesta trabajo ocuparnos del regalo grupal de tal amistad y cuando nos queremos dar cuenta estamos agotadas. Lo peor es que nos sentimos culpables por estarlo, porque al fin y al cabo hemos sido nosotras las que dijimos en primer lugar que no nos costaba trabajo.
¿Qué consecuencias emocionales tiene este sentimiento?
La culpa es una forma de violencia, silencia nuestras percepciones e ideas. Nos paraliza y nos impide analizar las situaciones con imparcialidad. Acabamos buscando «soluciones» que con frecuencia se dirigen a más autoexigencia y el sentimiento de no ser lo suficiente.
La culpa es sobre todo un mecanismo de control social, mientras lidiamos con la culpa de no seguir la dieta que nos aconseja la televisión, de no aplicarnos diariamente la crema antiedad que recomienda la revista o de no organizar planes fotografiables como los que encontramos en nuestras redes sociales, somos incapaces de desenmascarar los mecanismos que nos alejan de la propia aceptación y de nuestra felicidad.
¿Es algo individual o responde a una estructura social/familiar?
Todas las personas somos susceptibles de sentir culpa, pero en el caso de las mujeres hay una estructura patriarcal muy obvia, muy asentada, pero también muy estudiada, que nos afecta especialmente. Esto no significa que determinadas estructuras familiares o situaciones vitales no puedan acrecentar o disminuir ese sentimiento. Siempre es algo contextual. Para mí al menos, ser feminista ha significado revisar esos sentimientos de culpa y gradualmente ir abandonando algunos de ellos. Con otras emociones estamos en proceso.
No es fácil porque hemos aprendido a exigirnos y a exigirles a las demás determinadas cosas y es difícil ser conscientes y detener la inercia. También me parece fundamental señalar que en ocasiones es algo bastante inconsciente. Pongo un ejemplo muy claro: si no te quieres hacer cargo de todos los preparativos de navidad, pero nadie quiere corresponsabilizarse y se cancela la reunión familiar, ¿a que es probable que te sientas culpable? Así se consigue que nos hagamos cargo de tareas, actividades o responsabilidades que deberían ser compartidas, o no ser.
Se habla de la culpa en madres, mujeres adultas, pero ¿observas ese sentimiento de culpa en las niñas? ¿A partir de qué edad surge este sentimiento?
No puedo afirmar con rotundidad una edad, como comentaba antes es un fenómeno que depende mucho del contexto. No me siento capaz de establecer una edad concreta. No obstante, en mi experiencia en los talleres con infancia y adolescencia, sí es observable que conforme las niñas crecen van haciendo suyo ese sentimiento de culpabilidad. Es habitual, por ejemplo, que se disculpen por el comportamiento de la clase, incluso cuando ellas no han formado parte de las interrupciones disruptivas del taller.
También lo tienen muy interiorizado en el ámbito de la pareja. Es lógico. ¿Cuántas veces hemos escuchado, a ver si Fulanito conoce a una chica que le haga sentar cabeza? Ese mandato de «arreglar» a la pareja empieza a estar presente desde los primeros vínculos afectivos.
¿Cómo de unida está la culpa al sentimiento de “vergüenza? ¿A qué otros sentimientos está unido?
Bajo mi punto de vista está íntimamente unido al sentimiento de vergüenza, al síndrome de la impostora, y a todas las emociones y pensamientos que afectan a nuestra autoestima, haciéndonos creer que no merecemos nuestros logros. Infraestimamos nuestras capacidades y le damos una dimensión a nuestros «fracasos» que en muchas ocasiones nos paraliza.
¿Cómo educar para no sentir culpa?
Esta es una pregunta muy buena y muy habitual, por ejemplo, en los talleres con familias. Muchas madres están preocupadas por educar a sus hijas a no sentir culpa, pues se sienten culpables de los discursos que les escuchan. ¿Somos conscientes de la paradoja?
Para no educar en la culpa tenemos que empezar practicando la autoindulgencia con nosotras mismas. Hay una comunidad online que se denominan el «Club de las Malas Madres» que creo que hacen un estupendo trabajo abrazando la idea de que no pasa nada por ser «mala madre». Y agregaría, no pasa nada por ser «mala hija», de hecho Blanca Lacasa Carralón publicó hace poco el maravilloso libro «Las hijas horribles». También estaría bien permitirnos ser de vez en cuando «mala amiga», «mala trabajadora», y hasta «mala feminista», fíjate lo que te digo.
Tal vez al final del día descubramos que ni somos tan malas poniendo límites, ni antes éramos especialmente buenas asumiendo expectativas que no nos pertenecen. La mejor forma de educar es siempre con el ejemplo. Trabajemos el sentirnos en paz con nosotras y muy probablemente estaremos transmitiendo que la culpa es un peaje que no merece la pena pagar.
¡Gracias por leernos!
Ojalá te haya gustado. Estamos muy agradecidas con Carla por contactar y recoger nuestra voz. Si os ha gustado os animamos a compartir y a charlar con amistades, familia y colegas de trabajo este tema que tanto nos afecta. Gracias por dedicarnos tu tiempo.
¡Abrazos prismáticos!